Calçotada a Tutti-Plen

Hacía bastante tiempo que no participaba en una Calçotada, y por esas cosas del destino tuve la suerte de que me invitaran la semana pasada a pasar un día estupendo en muy buena compañía, degustando un producto que me apasiona, y que es relativamente difícil de probar si uno no vive en Cataluña: el Calçot.

El Calçot, para quién no lo conozca, es una variedad de cebolla muy similar al puerro, con un tallo blanco de unos 20-25 cm que se obtiene amontonando tierra sobre los brotes de la cebolla inicial (calçar la terra). De esta forma se logra un producto muy tierno que combina a la perfección con una de las salsas base de la cocina catalana: la salsa Romesco.

Por si no fuera suficiente el poder probar los Calçots traídos de origen, se rizó el rizo gracias a la mano maestra que elaboró la salsa romesco. Partiendo de una receta familiar a base de tomates maduros, ajos, almendras, unas pocas avellanas, ñoras y vinagre nos deleitó con un bocado de lujo en combinación con los Calçots o mojando directamente en pan de hogaza.

La Calçotada, a diferencia de otras propuestas gastronómicas, trasciende el simple echo de degustar un producto singular y se convierte en un experiencia gastronómico-social donde lo que prima es degustar y compartir un momento especial en buena compañía.

El proceso de elaboración de los Calçots se inicia con la puesta a punto de las brasas que serán la base para calcinarlos. Los que yo pude degustar, elaborados magistralmente por Carlos y Gonzalo, se ensartaban en un alambre una vez retirada la parte verde del Calçot, y posteriormente se situaban sobre una parrilla sobre las brasas y las llamas de sarmiento. Una vez cocinados, se envolvían ligeramente en papel de periódico y posteriormente se comían apretando desde la base del Calçot para retirar la parte exterior calcinada y bañando en la salsa romesco, cuidando de ponerte el Babero para no mancharte en exceso.

Si es la primera vez que te enfrentas a una Calçotada te sorprende el número de Calçots que se estiman por persona, pero una vez te pones al lío, puedes comerte entre 15 y 20 sin problemas. Los hay con buen saque que pasan de la treintena casi sin despeinarse:).

Pero aquí no acaba la cosa. Tras esta degustación se aprovechan las brasas para asar carne y embutido, completando de esta forma la comida. Si a esto añades el excelente brazo de gitano que tuve la oportunidad de probar, el vino que bebimos y la tertulia posterior a la comida, el resultado final fue de 10.

Desde aquí os animo a participar en una Calçotada a la mínima oportunidad que tengáis, y aprovecho también para felicitar las navidades y agradecer la excelente acogida que recibí por parte de Sonia, Gonzalo, Carlos, Paloma y el resto de personas con las que compartí un día muy especial:)).

Un fuerte abrazo a tod@s y feliz año